Por Roberto Lavagna (*)
La Argentina atraviesa dos largas crisis, la de confianza y la política, cuya combinación deriva en la de orden económico que lastima a todo el cuerpo social de la Nación con flagelos que se han vuelto crónicos como la recesión, el desempleo, la inflación, la pobreza, el hambre y, otra vez, el endeudamiento en un volumen y con plazos de vencimientos incumplibles.
El origen de estas crisis es una dirigencia e instituciones débiles, incapaces de componer un liderazgo que balice el camino y comprometa a la ciudadanía en un programa de recuperación nacional que ponga a la educación, la producción y el empleo en el centro de la escena, y a la justicia social como un objetivo cuyo enunciado comprenda a toda la sociedad.
Argentina viene en un derrape desde hace ocho años que si no es interrumpido ahora, tendrá consecuencias inimaginables. No hay antecedentes de un país que en un territorio no afectado por guerras o cataclismos haya soportado 32 trimestres consecutivos de retroceso o estancamiento. Baste decir que tres trimestres -esto es, menos de un año-, serían intolerables en cualquier país normal.
Es necesario, por ende, salir de la atmósfera que ha creado la dirigencia que polarizó a los argentinos entre unos que proponen al populismo, el estatismo y la negación de las reglas básicas de la economía y otros que, escondidos tras el marketing, alientan el ajuste y los rulos financieros como supuesta puerta de salida de la encrucijada en la que estamos.
La oportunidad de reencauzar a la Argentina está a la vista: es el 27 de octubre próximo. Podrá concretarse si quien resulte electo presidente, servicio al que me postulo, es capaz de desarrollar un gobierno de unidad nacional, que fije objetivos cumplibles, con sentido federal, en acuerdo y con el compromiso para su consecución de las fuerzas políticas predominantes. Por ahora, el resultado de las PASO dio una respuesta contundente: la mayoría dijo que no quiere seguir con este presente angustiante. Basta saber si quiere volver a un pasado igualmente deplorable.
La decisión que ha tomado la dirigencia esta semana en relación con el drama del hambre –más allá de diferencias metodológicas- es un ejemplo del compromiso deseado. Desde Consenso Federal, sin especulación política, lanzamos el Programa de Asistencia Alimentaria con la intención de que fuera asumido por todos los sectores. El hambre de millones de niños y también de millones de padres, que primero se privaron del alimento para cedérselo a sus hijos, hacía obscena la especulación.
Para reforzar el cuadro institucional, nuestro espacio presentó el proyecto de ley del Consejo para el Desarrollo Económico y Social, un ámbito de diálogo abierto y generación de consensos estratégicos de políticas públicas generales y específicas, integrado por representantes de los trabajadores, empresarios, colegios, consejos, entidades representativas de profesionales y otras instituciones, incluidos movimientos sociales y credos religiosos.
Salir del círculo vicioso de los últimos ocho años, en los que unos se creyeron el ícono de la justicia social y otros se representaron como la reserva de la República, posibilitará empezar a regenerar la confianza en el país y la autoestima de los argentinos. Para lograrlo, es necesario que el próximo gobierno de inmediato comience a movilizar los factores de activación de la economía, a saber: los propios trabajadores desocupados o con ocupación por debajo del estándar –unos 8 millones-; los miles de millones de dólares que los argentinos tienen sustraídos del sistema productivo; los recursos hidrocarburíferos, mineros y agroindustriales que yacen en nuestro suelo o pueden ser elaborados y el talento de nuestro pueblo.
Debemos iniciar la recuperación como una tarea normal, evitando las épicas propagandísticas, como se logró con el concurso de todos los argentinos en la grave crisis posterior a la convertibilidad. Para ello, también es necesario que quienes en los últimos ocho años confundieron la misión de gobernar para todos con la de hacernos pelear entre todos, estén dispuestos a acompañar en un gobierno de unidad nacional que nos permita salir del estancamiento y encaminarnos, por fin, en el sendero del desarrollo.
(*) Economista, diplomático y docente, es candidato a Presidente de la Nación por Consenso Federal.